Crónica08.03.18

Las Amas de la cocina. Hoy más que nunca

SER MUJER EN LA COCINA. Es algo que solo con mencionarlo ya crea controversia. Es un tema complejo. El tema del género en la cocina es fundamental, no solo porque estamos en el 2016, sino porque es un tema sensible que se refleja en la construcción cultural de cada país, en lo que dicta la sociedad y la visión de cada cultura. Las mujeres ya podemos votar, en algunos países abortar e incluso dar el primer paso e invitar a ese tipo guapo a tomar unas copas. El mundo avanza.

Para hablar de este tema con la sutilidad que merece, comencemos por el principio. Diferencias entre sexo y género, roles sexuales vs. roles genéticos. Biológicamente, el sexo es genético, hormonal, algo con lo que se nace: huevos, ovarios o ambos. El género, es otra cosa, el pensamiento occidental reconoce clásicamente dos géneros: masculino y femenino. Hay quienes nacen con un sexo y a lo largo de su vida se identifican con otro género, que no necesariamente corresponde al sexo, (hola, Caitlyn Jenner) pero bueno, no me voy a meter demasiado en eso, que esto va de cocina y no del movimiento trans.

Solo existe un rol a la hora de alimentar a otras personas que es único para el sexo femenino: dar el pecho a un bebé. Sin embargo, la repartición de las tareas alimentarias parece ser algo mucho más ligado a la cultura que a la biología. Esta repartición de tareas “femeninas” y “masculinas” es algo más viejo que el pan. Se admite que ya existía en la prehistoria, ya saben, esa mítica imagen del hombre caza y la mujer se preocupa por los niños y por mantener en orden la cueva, quizás recoger un par de hierbas… Es curioso comparar esta pre-concepción del hombre cazador con las Haenyeo, mujeres pescadoras de Corea del Sur. Algunas tienen más de 60 años y continúan arriesgando su vida, día a día, para atrapar un par de abulones a pleno pulmón, ¡con dos huevos!, como algunas hermanas en Galicia, que también lo hacen.

El mundo es grande y hay muchas excepciones, pero parece ser que el modelo común de la repartición de tareas culinarias según género es:
1. Femeninas. Cocina cotidiana en el hogar o para un público selecto: la familia en Navidad, el jefe que vino a cenar a casa o los amigos de los amigos…
2. Masculinas. Cocina fuera del hogar para un público específico: sociedades gastronómicas, parrilladas, restaurantes vieja escuela, de esos en los que solo hay hombres en la cocina…

La gente siempre habla de los guisos de la abuela, las croquetas de su mamá, pero no siempre se habla de la jefa de cocina de un restaurante ambicioso. Esto, obviamente es, hablando en general, lo común. Pero lo cierto es que hay jefas, por ahí, como Fina Puigdevall y April Bloomfield que rompen el estereotipo de que las tareas femeninas se realizan únicamente en espacios domésticos como la cocina de casa o las hierbas frescas del huerto. También hay otros jefes, como mi padre, que hace guisos y croquetas mejores que las de muchas abuelas. Al fin y al cabo, el mundo está lleno de excepciones. Volviendo al progreso, en 2012 se registraron dos cofradías gastronómicas de mujeres reconocidas por la Federación Española de Cofradías Gastronómicas: una en Asturias y otra en Andalucía.

Fina Puigdevall

Fina Puigdevall. Foto: El País.

Vivimos en un momento en la historia en el que hemos visto una masificación del trabajo asalariado femenino. Ya no es tan difícil que tu novia gane mas pasta que tú, por suerte. Hoy en día en muchas cocinas se vive también un clima intelectual que favorece a la igualdad entre géneros. Limpiar pescado ya no es mise en place de hombres, es una tarea negociable que cualquiera, con un deba bien afilado y un par de huevos, puede hacer. Sí, es verdad que la alta cocina se consideró un juego de hombres durante mucho tiempo, pero siempre han habido mujeres en la primera línea, por ejemplo, Carme Ruscalleda en Sant Pol de Mar, tiene 3 estrellas Michelin desde el 2007. Un logro que no se alcanza en dos días. Y es que, al final, se trata de esto: trabajar duro para romper esquemas y desviar paradigmas.

No se trata de crear un premio a la mejor chef femenina de los 50 best. Tampoco se trata de que la cocina se convierta en un club de chicas, se trata de ser iguales, de tener dos huevos y levantar ese saco de harina de 25 kilos como lo haría un hombre. De sacar todas las comandas sin preocuparnos porque se nos dañe el maquillaje, aunque yo, personalmente, no soy partidaria de usarlo en la cocina. Aun así, respeto a quienes lo hacen. Pero como mujeres, no podemos aprovecharnos de nuestros colegas que nos ofrecen ayuda para cargar cosas pesadas, mucho menos si sabemos que son cosas con las que podemos y cosas con las que no ayudarían a un chico. No podemos aprovecharnos de nuestra belleza, tampoco del ambiente que se genera en cocinas que tienen a veinticinco cocineros trabajando dieciséis horas al día. Estos chicos a veces reaccionan de manera similar que un preso al ver un par de tetas. Debo admitir que alguna vez he flirteado con algún jefe de partida para desentenderme de ciertas tareas, pero eso está mal. Me tomó un tiempo entenderlo. Al final, todo esto se trata de una lucha más por la igualdad, de hacer función pedagógica y de nutrirse de esas cocinas más intelectuales en la que los hombres y las mujeres son iguales.

http://www.williams-sonoma.com/pages/april-bloomfield.html

April Bloomfield. Foto: David Loftus.

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