Crónica07.01.16

Amar la Boquería / Odiar la Boquería

La Boquería. Mítico mercado barcelonés, situado en el corazón de la Rambla, con una entrada emblemática adornada con jamones y japoneses perdidos. Todos hemos estado ahí, en situaciones familiares, existenciales, de turismo, de proyecto de cocina de tarde para impresionar a alguna víctima (esa excusa de quedar para cocinar/emborracharse con vino). Todos hemos estado en la Boquería. 

Con unos 300 puestos estimadamente, hay algo mágico en el acto de perderse por la Boquería y dejarse llevar por los olores, las voces y los colores que decoran el lugar. Montañas de huevos que nunca se romperán, pescados y mariscos tan frescos que algunos aún se mueven, carnicerías con grasa tan untuosa y carne tan brillante que asustaría hasta a Francis Bacon.

 

SARDINA

En la Boquería hay oferta para todos, desde el más sibarita hasta el latinoamericano con resaca que quiere una empanada de Puerto Latino. Pero, ¿qué tan variada es la fauna?.

1. Comenzamos con el turista. Hay muchos tipos de turistas, pero me atrevo a decir que una gran parte de los turistas que vienen a Barcelona pasan por la Boquería. De hecho, de los 7,5 millones de turistas que pasaron por aquí el año pasado, más de uno habrá pasado por el mercado. Se les puede ver comprando zumos a 1€, tomando fotos de las montañas mágicas de xuxes, comiendo algo en El Quim, o simplemente tomando fotos, obstruyendo la vía y consumiendo cortes de jamón carísimos que adornan con hashtags para su Instagram. El mítico instagramer no va a comprar nada, de hecho, solo ha venido a compartir su ubicación “#bcnigers”, “#everybodyisdoingit

”…

2. Pero, no todo son turistas en el mercado, también hay personas que viven en Barcelona, de hecho hay personas que incluso trabajan, como los cocineros. Siempre hay un cocinero en la Boquería. Va de culo y lo sabe. Anoche olvidó hacer el pedido. Todo o algunas partes de él. Trabaja tantas horas que su cerebro comienza a fallar un par de días antes de las vacaciones, entre destellos de dislexia y oídos pavlovianos. Se le puede ver en el puesto de Soley preguntando desesperadamente cuantos manojos de eneldo fresco le quedan, se los llevará todos. Ama la Boquería, le salvó la vida. Odia la Boquería, se ha gastado sus propinas en eneldo. Eso sí, si algo hace feliz a un cocinero, son las hierbas.

3. Y como no todos los cocineros son profesionales, también tenemos a el publico de toda la vida. Vecinos: tienen un piso cerca, sin ascensor, en el que han vivido por al menos veinte años, y tienen el placer de ir a la Boquería a hacer la compra. No son fans de Airbnb. Tampoco de los turistas. Quieren un barrio digno.

Pregunté a un amigo cocinero catalán qué es para él la Boquería y me explicó que es un lugar con dualismo porque es un mercado que sirve tanto para turistas como para quienes buscan buen producto, pero que es una pena porque siente que, cada vez más, favorece al turismo antes que a los locales. Ama la Boquería porque es un gran mercado que culturalmente representa mucho para su ciudad, pero cada día está más disgustado al ver el show en el que se está convirtiendo.

Solo podemos esperar a que los alquileres/licencia de los stands del mercado sean gestionados con un poco más de cabeza y de moralidad y que las entradas laterales del mercado continúen siendo un poco menos conocidas. Al final, esto es como todo, mientras más demandado o mas popular es, peor es su calidad, sea un mercado o grupos como Kings of Leon. Lo que alguna vez fue contenido de calidad, puede convertirse en algo mediocre, más fácil de digerir para las masas y con más seguidores en Instagram.

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